A finales de año habrá 625 millones de suscriptores a servicios de almacenamiento en la nube, un 25% más que en 2012, y se espera que el total alcance los 1.300 millones en 2017. Son estimaciones de iSuppli. El aparente líder de este mercado, Dropbox, se acerca a los 100 millones, una cifra extraoficial que no desglosa entre usuarios gratuitos y de pago. Tiene un perfil más de consumo que su rival Box, que ha preferido centrarse en las empresas. La lista de competidores es larga, y cada día más: en primera fila, destacan nombres como Amazon, Apple, Google y Microsoft, pero algún fabricante de móviles y numerosos operadores se están apuntando a la fiesta. ¿Hay sitio para todos?
Realmente, la idea no es nueva. Los memoriosos recordarán el servicio Yahoo Briefcase, que ya en 1999 permitía almacenar gratuitamente hasta 50 megabytes, y acabó cerrando diez años después, porque el número de usuarios era demasiado bajo. Yahoo se adelantó al lanzarlo y se precipitó al cerrarlo. Desde entonces, también este paisaje ha cambiado, y el almacenamiento online es hoy una commodity de lo más convencional, en la que cada competidor se diferencia básicamente en precio y volumen. Por lo tanto, su rentabilidad es más que dudosa, y se hace imperativo encontrar el valor añadido que ayude a ganar dinero. Esto puede no ser importante para los gigantes que obtienen beneficios colaterales, pero es asunto de vida o muerte para compañías como Dropbox y otras.
La cosecha de proveedores independientes es abundante. Además de Dropbox, en la lista aparecen Carbonite, Barracuda, SugarSync y Mozy. No es seguro que todas consigan conservar su independencia: como ocurre en otros segmentos del mercado, su tecnología podría despertar el apetito de algún grande del sector, aunque no quedan muchos que no tengan sus propios planes en la materia.
Entre los consumidores, el independiente que goza de más popularidad como ´armario` en el que los individuos pueden almacenar y compartir ficheros que excedan el volumen aceptable para los servidores de correo, es sin duda Dropbox. No obstante, a la vista de la competencia creciente, ha decidido aprovechar esa popularidad para reorientarse. En lugar de ser sólo una posta en el transporte de ficheros, Dropbox quiere transformarse en un sistema de entrega de contenidos. Hace dos semanas, anunció tres nuevas prestaciones: un álbum de fotos «inteligente», visión previa de documentos y más integración con las redes sociales.
No es que tales características no existan en el mercado; por el contrario, forman parte del arsenal de Apple (iCloud), Google (Google Drive y Docs), Amazon (CloudDrive) y Microsoft (SkyDrive). ¿Cuál es la diferencia? Que estos servicios tienen como objetivo atrapar a los usuarios en los respectivos entornos, para fidelizarlos [en la acepción benévola] o secuestrarlos [en la malévola]. Lo mismo pretende Dropbox, en realidad: si consiguiera que un número significativo de usuarios subiera a su nube las colecciones de fotos o música, estos tendrían que pensárselo bien antes de desertar.
Fotos y música son los dos contenidos fundamentales en cualquier servicio de file sharing, especialmente desde que los dispositivos móviles marcan los usos dominantes. Con diferencia de pocos días, Dropbox ha comprado dos pequeñas compañías que encajan en esa necesidad de expansión: Snapjoy presta un servicio de almacenamiento de colecciones de fotos en modo cloud y, por tanto, la adquisición tiene un sentido evidente: integrar rápidamente esa tecnología, no muy distinta de otras existentes.
Más entretenido es el caso de Audiogalaxy, nacida en los 90 y, por eso, resabio de la era de Napster. Tuvo que cerrar en 2002 hostigada por la industria discográfica; sus creadores montaron entonces un servicio similar a lo que hoy sería Dropbox, que acabó absorbido por Microsoft. Pero al equipo humano no le gustaron las manera del nuevo propietario, y se independizaron en 2008 para relanzar su proyecto como servicio musical. Lo primero que hará Dropbox, según ha dicho, será suspender el servicio de Audiogalaxy para luego integrarlo en el suyo bajo una modalidad aún no revelada.
Por todos los flancos aparecen nuevos combatientes en esta batalla. Samsung ha puesto cierto énfasis en promover su servicio S Cloud como apéndice de los modelos Galaxy SII y SIII, pero mientras tanto (¿provisionalmente?) ha ratificado el acuerdo por el que Dropbox es una aplicación de acceso inmediato en sus smartphones y tabletas, así como en la gama de Smart TV.
A pocos sorprenderá que BitTorrent, ese sitio peer-to-peer que para muchos es sinónimo de piratería, se haya sumado a la corriente, tal vez por miedo a que Mega – la nueva aventura del impresentable Kim Dotcom – le robe usuarios. Sync, su servicio de backup y sincronización, tiene cosas en común con Dropbox, y una diferencia: en lugar de enviar los ficheros a un servidor remoto, se limita a que estén disponibles en la red de intercambio para que pueda accederse a ellos desde un dispositivo autorizado por el miembro correspondiente. Según los señores de BitTorrent, esta característica es una garantía de privacidad.
Otra de las últimas novedades es el anuncio de Nikon Image Space, una iniciativa del fabricante japonés para compartir fotos y vídeos, aunque no hayan sido tomadas con una cámara de la marca. Ofrece dos tipos de cuenta gratuita.
Hasta aquí, podría parecer que el almacenamiento cloud es cosa que sólo interesa a los consumidores y a los que se interesan en los consumidores. Pero las empresas están en la mira de otros servicios, como el disco duro Ctera Networks.
Un movimiento interesante es el de EMC, líder de hardware y software de almacenamiento, que el año pasado entró en los servicios de almacenamiento cloud con la adquisición de Syncplicity y al integrarla con su rama Documentum. Se trata de una plataforma para nubes privadas, que permite a los clientes almacenar sus objetos de datos en vez de duplicarlos en un sitio externo. EMC parte de un planteamiento emparentado con el concepto bring-your-own-device: las empresas y organizaciones necesitan que sus empleados puedan compartir ficheros con garantías de seguridad en un mundo en el que proliferan los dispositivos en manos de los usuarios, y estos necesitan sincronizar sus propios dispositivos con los de sus colegas.